¿Y qué es realmente la libertad?

Es una maravillosa pregunta que cada ser humano se ha hecho en su paso por ésta vida, siempre la división entre seres humanos libres y no libres ha marcado las relaciones humanas y aun hoy en día sigue siendo así. 

¿Podemos ser libres de verdad?

Pero es que  “libertad” es un término difícil de precisar, sobre todo es difícil saber si el ser humano es realmente libre en el fondo, aun viviendo en medio de tantas limitaciones aun en medio de tantas adversidades, tanto conflicto. En que consiste entonces la libertad? Que función cumple? Para que sirve? De que tipo de libertad estamos hablando? 

Y una de esas limitaciones es el hecho de poseer cuerpos biológicos, de responder a cada una de las leyes de la naturaleza, de deteriorarnos, enfermar y morir inevitablemente… Entonces aquí es donde se replantea mi concepto de la libertad. Hay tanto que no puedo cambiar, tanto de lo que no está en mis manos transformar, es decir MUCHO de mi vida y de la de los demás, en general, del mundo en el que vivo, no puedo cambiarlo.

Y después vienen de nuevo las preguntas por el sentido. ¿Entonces que sentido tiene todo esto? ¿No podré cambiar tantas cosas que quisiera cambiar? Me encuentro desnuda e impotente ante tantas limitaciones e incertidumbre.

¿Cómo entonces podemos vivir la libertad?

Así entonces entendí poco a poco que puedo tomar una postura, siempre. Siempre hay alternativas. Siempre en cualquier momento y en cualquier lugar. Es la gran consigna de la vida. Para de verdad comprenderlo, no sólo saberlo, sino comprobarlo, sentirlo y vivirlo, poder vivir mi libertad ¿qué mas podría anhelar yo y cualquier ser humano? Es por esto, que todo tiene sentido, cada esfuerzo que implica el anhelo de vivir mi libertad y poder acompañar a otros a comprender y vivir su libertad.

Ese día, el día que yo comprenda mi libertad, absolutamente todo habrá tenido sentido.

Pero es inevitable la pregunta por “lo injusto”, por que nadie puede elegir sus circunstancias dónde nacer y crecer, qué oportunidades tener, qué salud en su cuerpo y en su mente y en todo su entorno tener, qué cultura o educación recibir…, y voy visualizando todo lo que yo no elegí pero recibí y que he ido aceptando y lo que aún me falta por aceptar, lo que he ido transformado y cambiando, a lo que he ido dándole mi propia forma, mi propia expresión y mis propios significados, y entiendo cómo sí he podido ser libre aún con mis condicionamientos.  Pero esto no es absoluto, ni definitivo ni un proceso acabado, ni ha sido de ninguna manera fácil. He tenido en primer lugar que conocer mis limites. 

¿Cuál es el precio de la libertad?

Pero lo que si siento es que voy siendo más yo misma, mas protagonista, en la medida en que voy descubriendo poco a poco mi libertad. Aun afianzando mi principio de realidad y cada día dándome cuenta también de los golpes de la vida, las limitaciones, las dificultades, los conflictos y las circunstancias adversas; la vida no es lo que queremos que sea, sino lo que es cada día que pasa, no es poder hacerlo todo, pero si es poder hacer mucho, desde dejar de ser un robot en automático, y empezando a asumir la libertad muy conscientemente, pagando el precio que hay que pagar por ella.

Somos un organismo biológico, con células, genes, con instintos, impulsos, condicionamientos y aprendizajes, con un entorno y un momento histórico, social, geográfico, cultural, pero podemos distanciarnos de esto y contamos con la posibilidad de afirmarlos o negarlos, es decir tomar nuestra propia decisión siempre. Claro que tomar decisiones siempre implica estar dispuesto de antemano a responder por esta decisión.

Siempre se conserva la capacidad de volver a decidir y cambiar la dirección o el rumbo que se ha tomado, o siempre se puede aprender a aceptar los obstáculos y el dolor, pero eso si cuando hay una razón para aguantarlo todo, como la madre gestante que está dispuesta a todo dolor por ver nacer a su hijo, me encanta esta metáfora porque me muestra que si de antemano hago consciencia de las piedras del camino, aún así estoy dispuesta a caminarlas, y a pagar el precio. 

Y así seré dueña de la satisfacción.

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